Resulta que cada día se oye más lejana la música de la trikitixa en el barrio de San Miguel de Estella, el 'Resistiré' del Dúo Dinámico ó la pseudodiscoteca variopinta con luces de colores de la calle Zapatería, mientras los aplausos se van diluyendo -escasos aunque contundentes, puesto que algun@s se dejan las manos en la tarea- retumbando eso sí como el eco e intensificándose el volumen de gente que vocifera más que habla, y los ladridos de los perros, que se expresan a cualquier hora del día con sus dueños mirando hacia otro lado, como si la cosa no fuera con ellos.
Estos días sale lo mejor y lo peor de la sociedad. Y aquí no somos excepción, por mucho que desde las altas instancias policiales o gubernamentales locales se pavoneen de ser menos los afectados-infectados, mejor el comportamiento social y otras lindezas similares. Locuaces donde los haya sí que son, todo hay que decirlo, frente a la parquedad extrema de sus anteriores correspondientes en responsabilidad.
Los primeros días los aplausos eran emocionados, si bien poco a poco se fueron tornando obligados -"cualquiera se esconde dentro de casa, y más desde el cambio de hora, a no ser que las persianas o las contraventanas nos aíslen del acto", decían unas entrañables vecinas-, llegando finalmente a resignados. El aplauso es plausible, valga la redundancia, pero los sanitarios lo que necesitan es material y medios adecuados. Como algunos policías, que se están poniendo toreros.
Y la musiqueta, pues bueno, ya que no tenemos bares ni discoteques aprovechamos y nos damos unos pasitos en los balcones o en el salón de la casa, animados con alguna que otra -o muchas- cervecita y/o cubatita...
En lo que parece que no menguaremos después del encarcelamiento domiciliario es en kilos, ya que, hay que ver, parece ser que necesitaremos tallas mayores para cubrir nuestros cuerpos joteros, pudiendo adquirir nuevos trapitos rebajados por internet, porque el supergobierno central prohíbe, también, las rebajas presenciales. Es ya lo que nos faltaba. Si no cambia de opinión pasado mañana... Izan onki! Pues eso.
Xavier Fdez. Maeztu
Los primeros días los aplausos eran emocionados, si bien poco a poco se fueron tornando obligados -"cualquiera se esconde dentro de casa, y más desde el cambio de hora, a no ser que las persianas o las contraventanas nos aíslen del acto", decían unas entrañables vecinas-, llegando finalmente a resignados. El aplauso es plausible, valga la redundancia, pero los sanitarios lo que necesitan es material y medios adecuados. Como algunos policías, que se están poniendo toreros.
Y la musiqueta, pues bueno, ya que no tenemos bares ni discoteques aprovechamos y nos damos unos pasitos en los balcones o en el salón de la casa, animados con alguna que otra -o muchas- cervecita y/o cubatita...
En lo que parece que no menguaremos después del encarcelamiento domiciliario es en kilos, ya que, hay que ver, parece ser que necesitaremos tallas mayores para cubrir nuestros cuerpos joteros, pudiendo adquirir nuevos trapitos rebajados por internet, porque el supergobierno central prohíbe, también, las rebajas presenciales. Es ya lo que nos faltaba. Si no cambia de opinión pasado mañana... Izan onki! Pues eso.
Xavier Fdez. Maeztu
No hay comentarios